La lección de Madeleine Rosemary.
Desde su juventud, siempre se creyó que la vejez y los problemas de salud nunca la iban a afectar, pues estimaba que era invulnerable ante cualquier situación, o enfermedad, por lo que cuando veía a alguien en silla de ruedas o con un bastón, se iba al otro lado de la acera.
Igualmente, como era de una belleza y hermosura impresionantes, no aceptaba sino que la cortejaran hombres guapos o adinerados, o en su defecto, de resaltante posición social y económica, Asistía a reuniones sociales y solo trataba con gente profesional o de recursos, y no dejaba que se le acercase ningún mendigo ni persona maltratada por el infortunio.
Así era Madeleine Rosemary, quien provenía de una familia acaudalada, y que le complacía todos los caprichos y necesidades que tuviera porque era hija única. Por cierto, se había titulado en odontología, y aunque tenía un consultorio dotado de todos los modernismos, no ejercía, y les daba oportunidad a otras que se habían graduado con ella.
Y, como la vida es impredecible, unos años más tarde, Madeleine Rosemary comenzó a vivir experiencias que le llegaban de manera negativa. Su mamá sufrió un accidente, y tuvo que precisar de una silla de ruedas, y era ella quien tenía que trasladarla cuando estaba libre, porque el padre entró en quiebra de sus empresas, y ella misma tuvo que ocuparse de su consultorio desde las 8 hasta las 12, y desde las 2 hasta las 6.
Le estaban sucediendo todas las cosas que pensó que nunca podría experimentar, por tratarse de Madeleine Rosemary.
El papá se enfermó, y tuvo que ayudarse con un bastón para caminar, y así empeoraba el panorama de la muchacha, que empezó a notar y a sentir en carne propia lo que produce un desaire o np ser tomado en cuenta por los demás, y sobre todo, por esas amistades con las que siempre se codeó a lo grande.
¡Qué mala suerte o coincidencias, estaban aconteciendo en la vida de la mujer que se forjó un mundo en el que no habría debilidades! Sus ojos se abrían como inmensurables barrancos llenos de fatalidades y de negativas proyecciones.
Ambos padres murieron, y ella quedó sola, y empezó también a asimilar los embates de la crisis del país, y como n o contaba ya con qué darle mantenimiento a su local, tuvo que marcharse a otro país, para lo cual debió vender todo lo que le quedaba de herencia.
Allá se vio en dificultades, pero logró adquirir dominios en su especialidad, y a los 7 meses se relacionó muy bien, y montó un consultorio muy llamativo, y se estableció definitivamente.
Lo que sí aprendió Madeleine Rosemary fue la lección de vida, y ahora ayudaba a las personas, sin importarle la enfermedad o impedimento físico que padecieran. Y sus amistades ya no eran de alta posición, sino la gente de pueblo.
Bendiciones de Dios para todos.